Contrariamente a lo que muchos
piensan, la fotografía nace en la cabeza, es decir, debe imaginarse y diseñarse
antes de ejecutarse el disparo una vez se ha calibrado correctamente la cámara.
La fotografía es pues un proceso detonante que conlleva un planteamiento,
desarrollo y desenlace, con sus posibles giros inesperados, que requiere
técnica y conocimiento especial de la luz. No se trata simplemente de captar lo
que el ojo ve o de colocar un programa automático y apretar el botón, como
tampoco es pintura el hecho de volcar unos colores sobre un lienzo y
esparcirlos alegremente con un pincel. El arte, en cualquiera de sus
manifestaciones y al margen de estilos, precisa estudios, destreza,
atrevimiento, mucha práctica y, sobre todo, visión.
Esta fantasía colorista de
perspectivas, movimientos y borrosidades que presento, son parte de un juego
mediante el cual estoy ligado últimamente. La investigación y la
experimentación forman parte del mismo. Es un proyecto que cada vez usa
elementos y espacios distintos, luces, ritmos y tonos diversos, siempre
pensando en una realidad que se mueve constante generando formas, texturas,
tonos y dimensiones diferentes. Es como tratar de componer una sinfonía en un
espacio y tiempo en permanente dinámica bajo los efectos de los cambios de luz,
color, ambiente y sujeto. La abstracción y la rotura de los esquemas
convencionales de la realidad forman parte de este juego fotográfico, cada vez
más destruido por la simpleza que proporciona la masificación de los medios
digitales y de la sociedad de consumos inmediatos.
Todas las imágenes fueron tomadas
en el interior de la famosa cripta inacabada del arquitecto catalán Antoni
Gaudí, sita en la colonia industrial Güell, muy famosa en sus tiempos por sus
procesos textiles y novedades. Sus columnas asimétricas y curvadas, sus arcos
inspirados en las formas de la naturaleza, sus mosaicos, sus entradas de luz a
través de ventanales calidoscópicos, todo ello genera un haz de prismas
descompuestos que ensueña a cualquier visitante.
Copyright Carlos Flaqué Monllonch, 2015